martes, 28 de agosto de 2007

Una Ley quea todos molesta

¡Camarón, Ostión, Almeja y Abulon diríamos aquí en Acapulco para afirmar algo!, ¡Como están Brodis! Bueno, como cada semana este es el articulo que retumba desde mis entrañas y lo puedo expresar tal cual aquí en mi Blog.

¡No chillen de que esto esta largo heee!

Me gustaría hablar de una Ley en particular y como pista me refiero al personaje de la película de Robocop, o a el personaje de raza negroide de la película que habla con los animales (un poco de racismo por que a mi sobrinita Laura le molesta que haga eso y no es que yo sea así que quede claro).

Ok, Ok, no se pongan locos, me refiero a La Ley de Murphy (denominada también: Ley Fundamental de duvievier) la cual es un adagio
popular en la cultura occidental, que a grandes rasgos dice que «si algo tiene la posibilidad de salir mal, saldrá mal».

Ahí vamos pues…… este tipo de ley a todos le funciona diferente, pero el resultado siempre viene siendo el mismo el cual es puro y vil desastre.

En mi caso, La ley de Murphy me ataca cuando se con todo mi corazón que las cosas me van a salir bien fregonas y las planeo con tanto detalle que es imposible que salgan mal y así entonces me salen de la chingada.

Casi puedo escuchar sus mentes mendigos diciendo: ¿y donde esta lo gracioso o las mamadas clásicas del Men?, bueno, lo de arriba es solo preludio a lo que un capitulo de mi vida se refiere con lo citado.

Hace algunos años me encontraba dando clases de computación cerca de Avenida Politécnico, en donde me podía mover a mis anchas la verdad y perdón por las expresiones. Salía al cine con mis amistades, algunos miles y millones de alumnos de la cantera politécnica de Zacatenco habían sido mis alumnos y me gustaba que seguido me saludaban personas ya sea en el metro, en el autobús, o hasta a veces casi cerca de mi casa diciendo que habían sido mis alumnos. Si recordaba sus rostros pero no sus nombres (ustedes saben como cada día se padece mas el Halz Heimer).

Brincar, saltar, emborracharse cada viernes en las fiestas que se organizaban por motivos estupidos cerca de la Escuela Superior de Turismo, festejando el día del niño o el día de la Bandera o el día del Feng Shui, que se yo.

Cierto día, una de mis amigas ex compañeras de trabajo en la escuela de computación, me llamo para saludarme y ambos compartimos nuestras vidas en aquel punto de conversación. Ella me comento que estaba en un despacho de Ingenieros Civiles de firma americana y cierto cosquilleo llego a mis entrañas cuando me dijo: “Andan solicitando un Ingeniero bueno en AutoCAD”

Mi tripolaridad no tiene alcances y aquel día estaba con mi ego más alto que ningún otro día. En serio que vi una nube abriéndose en el cielo y me sentí iluminado por ese pequeño destello de sol que cayo a un lado mió al cual tuve que seguir para sentirme bendito por el destino como en las películas de Babe el Puerquito Valiente. “Yo soy el indicado” pensé, “si enseño AutoCAD, soy chingón en AutoCAD”.

Me entrevistaron y me quede en esa chamba gracias a mi amiga Verónica Barrera de la cual le he perdido la vista. Apenas abriéndome las puertas salidito y calientito como pan de la carrera de Ingeniería en este despacho tan famoso.

Mi primer semana me la pase como mascota de cualquier equipo nuevo de deportes: “Milton, acomoda estos planos”, “Mil, tráenos cafés”, “Milton, paga tu derecho de piso con unos tacos de canasta”. En fin, era el chico IBM nuevo de la compañía.

Para la primer semana paso todo normal, ya en la segunda llego lo mero bueno.

La segunda semana tuvimos la visita del Director General de la compañía en la sucursal de México, el fundador pues. Después de la junta de bienvenida y cada uno de nosotros portando sus mejores trajes y sus vestidos (los nuevos y los lambiscones), fuimos cordialmente invitados a la serie de conciertos que festejaban no se que madres en la sala Nezahualcoyotl ubicada en Ciudad Universitaria de la UNAM. El director general tenía ciertas afinidades con gente muy importante del ramo ingenieril y riquillos como por ejemplo los Salinas.

Sin mucho aire, mi mismo ego dijo: “Es mi oportunidad de brillar en sociedad como siempre lo soñé”, carajo, me sentía una cenicienta y tenia una semana para prepararme física y psicológicamente a mi y a mi calabaza.

El Wey de mi se preparo solo físicamente para mi desgracia.

En esa semana fui a cortarme el cabello, me hice los clásicos rayos de cacharpo de camionero, me fui a hacer un tratamiento en la cara, cremas, dieta y pendejada y media comprando un traje y unos zapatos me sentía armado para ser descubierto.

Los conciertos eran los sábados a las 8 de la noche. Sin problemas llegue temprano (muy raro en mi), y me presentaron a algunas celebridades a quienes les lucía la pareja con la que iba muy fufurufo.

Entramos y nos toco la zona de hasta abajo, la cual tenia un costo de mil pesotes para aquellos mortales que querían llegar y disfrutar, pero un inmortal como yo iba a asistir gratis.

Nos sentamos y recuerdo haber visto a el actor Cesar Costa y a uno de los hermanos Bichir en la zona en donde estábamos. Eso me dio más ánimos y la Ley de Murphy inicio sus crueles síntomas dentro de mi situación.

La pareja con la que iba (no pregunten admiradoras), que me tarde en conseguir para que el paquete quedara completo con alguna chavita medio guapa, me cuestiona: “!Que bonito se ve todo!, ¿cuantas veces has estado aquí?”, y dije “Un par”. El pinocho que llevo dentro degolló a su padre Gepeto con esa vil nariz y vulgar mentira.

Entraron todos los miembros de la orquesta, y solo conocía a los instrumentos que todos nos enseñan en la primaria y sin poder ocultar mi emoción empecé a dar mis opiniones Nacas adelantadas a mi pareja: “¡Mira todos los del grupo!, los violines, los violinzotes, ¿son como guitarrotas no?, el pianote, mira que guapas están las que tocan las flautas, mira el tambor, un triangulo, ¿para que lo usan?, ¿habrá triángulos eléctricos?, ¿donde esta el vocalista?, ¿y la batería, y el doble bombo?.

“¡Como se ve que me mientes!” exclamo la pareja que tanto lucia quien si sabia de cierto tipo de espectáculos. “Jeje” sonrojado y sintiéndome muy pendejo dije: “Solo estoy jugando” y una persona atrás de mi dice “SHHTT”, y mas pena ajena.

En eso entra el director de la orquesta, todos aplaudimos y las señoras ricas y conocedoras decían “¡VIVA, HURRA, BRAVO!” ok, ok me dije a mi mismo “con que así me debo de comportar”.

Una compañera de trabajo a un lado me pregunta “¿Tienes el programa?” y tratando de llevar un paso adelante adivine que ella quería saber que iba a escuchar.

Dije: “Se van a Echar las Cuatro estaciones”… Sintiendo un jalón en brazo opuesto mi pareja me corrige “Van a interpretar las Cuatro estaciones de Vivaldi”. Mi compañera nueva se rió y claramente vi en su sonrisa un “pinche ignorante”.

Queriendo aplacar mi pena dije un chiste igual de baboso que el que mi traje de tres piezas forraba: “Esque son las estaciones del metro”.

Mejor me calle y que se arrancan a rascar y sobar los instrumentos. En fin, mi inexperto conocimiento sobre esta música y en especial en esa rola melódica que escuchaban mis vírgenes oídos no sabía que hacían pausas pequeñas y largas entre estación y estación de la pieza musical.

Sintiendo que perdía la raya de mis escasas nachas por estar tanto tiempo sentado, tome el programa y vi las piezas a interpretar en la noche. Al final del párrafo, vi con unas chistosas letras cursivas cuatro numeritos separados en par por dos puntos. Supuse que era el tiempo que duraba la pieza musical y me sonroje el pensar que podía ser yo el primero en aplaudir de la sala, así daba a conocer que saber de buena tinta la pieza musical y reivindicar mis indiadas.

Haciendo cuentas mentales de minutos y segundos y sumando el cuadrado del primer termino mas el doble producto del primero por el segundo y no se que mas najayotadas hice en mi neófito cerebro, vi mi reloj y sume el tiempo que noté en el programa al del inicio del concierto.

Y me dije a mi mismo, “Mi mismo, en mas o menos 7 minutos te vas a parar a aplaudir”, Total que pasaron 10 minutos y la soba de instrumentos seguía.

El tiempo que yo tome en cuenta para determinar el final, era la hora del inicio del intermedio y no la duración de la de la pieza musical.

Apenas inicio un maldito silencio incluido en la pieza musical, me levante cual como si me hubieran picado con un alfiler aplaudiendo y diciendo “VIVA”.

“SSHTTTTT, CALLESE POR FAVOR (pinché tacuate)”, arremetió el látigo de la gente contra mí y no pude evitar que todos mis colegas y mi patrón vieran mi despliegue de vulgaridad ignara al mismo tiempo que se orinaban de la risa del nuevo. Recuerdo haber visto a mi parejita taparse la cara con una mano.

El intermedio llego, no podía pararme por la pinche vergüenza pasada y mi pareja salio con la jalada de: “Esto va a terminar muy tarde y me van a regañar”. Obviamente no quería seguir con el hijo de Nezahualpilli y preferí irme del lugar.

No me pude acabar el pastel de calabaza que me toco todo ese mes y ser una anécdota chistosa durante mi estancia en aquella empresa.

En fin, La Ley de Murphy ataca a todos de una manera diferentes. Sin embargo y gracias a mis influencias con el destino, también existe una ley ANTI MURPHYANA la cual dice según yo: «si en algo crees sentir la posibilidad de salir mal, saldrá bien».

Pero eso es harina de otro costal la cual dejaremos para después. Chiao Murphyanos

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